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sábado, 5 de noviembre de 2011

INOCENCIA LÉSBICA

La pubertad está cargada de curiosidad, exceso de información y un cuerpo en constante cambio. Bueno, tal vez antes no era así, por lo menos en lo que respecta a la información (recordemos que internet apareció hacia los noventas). Había temas tabú de los cuales no se podía hablar o sólo existían muy pocos interlocutores honestos - descartemos acá las (y los) psicólogas del colegio, que salían a llamar inmediatamente a los padres a informar sobre lo que ellas consideraban una anomalía. Bueno, vamos al grano: al este año descubrir mi preferencia por la compañía de las mujeres en todos los niveles (otros le llaman lesbianismo) recordé con vívida nitidez momentos en el colegio en los cuales ya estaba definida mi tendencia.
Me daban celos cuando mis amigas salían con novios que querían aprovecharse de ellas, o que no me caían bien. Disfrutaba al máximo la presencia de mi grupo de amigas y cuando me preguntaban si tenía novio a algún pretendiente, sacaba alguna excusa para no decir: "es que no me gustan los hombres, no les encuentro ninguna gracia... me caen bien, pero...". A veces decía: "no tengo tiempo para novios"; otras: "para qué tener novios si es tan bueno tener amigos".
Todo esto para decir que, si hubiera nacido con más acceso a información o a personas abiertas en su mentalidad, tal vez la inocencia lésbica se hubiera traducido rápidamente, y sin atropellos, en lo que soy actualmente. Aunque, en honor a la verdad, el camino no estuvo para nada mal.

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